La prensa habla del restaurante
Bruto
Destronar al césar
La Pobre Viejacita

Si me pusieran a escoger la casona más linda de la zona, señalaría a Bruto: incluso desde lejos irradia estilo. Este restaurante le da un nuevo aire a todo aquello que, de otra manera, se vería anticuado: la madera, el papel tapiz de flores, las copas en el techo. Y los colores –verde, azul, café y rojo intensos– le dan un toque informal y vintage.
Proméntame que si un día van, visitan el baño. Yo, una persona obsesionada por los toilettes, encontré mi favorito: pulcro, blanco, básico y lujoso (¡tiene dos sillones adentro!). Cuando entré, me quedé admirando el baño como quince minutos: afortunadamente, a C le fueron llevando un pan recién hecho con una salsa de tomates casera ¡deliciosa!
El sitio es bastante amplio y nosotras entramos relajadas, sin reserva, un sábado por la tarde (creo que en las noches sí se llena). La idea del lugar es rotar platos medianos, llamados Raciones, entre los convidados. Aunque hay platos fuertes también, para los tacaños y envidiosos.
Como nosotras no somos ninguna de esas dos cosas, decidimos compartir. El mesero recomendó ordenar primero dos platos y, si no quedábamos satisfechas, pedir más. Comenzamos con unos Camarones Orly (18.000) con un empanizado muy grueso y agradable, adoré la mayonesa picante y venía una generosa porción; y con un Salteado de setas, espárragos y huevo (20.000) en el que se adivinaba un delicado sabor ahumado y tenía unos de los mejores espárragos que he probado (generalmente, me parecen muy fibrosos). La yema estaba en su punto pero, lamentablemente, sentí la clara del huevo un poco cruda (y por poco me refiero a que era transparente y babosa), lo cual es un fallo terrible.
De tomar, C pidió una copa de vino (debe costar unos 20.000) y yo un Moscow Mule (15.000), que es vodka, limón y cerveza de jengibre – recomendada, parece una gaseosa para adultos, aún cuando le sobraba hielo y no trago, que es como debería ser.
Seguíamos con hambre (mijitos, ¡eran las 4pm y no habíamos almorzado!), así que pedimos un Tiradito de tilapia (18.000) y una –ojo al chiste, que parece mío– Morcilla de Madrid (Cundinamarca) (16.000). El primero tenía unos fritos de arracacha; una salsa muy cremosa y un poquito de guacamole, que nunca falla: y la tilapia fresca y finamente cortada: todo combinaba perfecto, pero considero que le faltó un poquito de ácido. La cubierta de la morcilla era crocante y el centro blando, ¡muy rica! Aunque jamás mejor que las de los asaderos de Sopó y la Calera. El puré de papa rota que la acompañaba era seco e insípido, como si fuera más decoración que comida.
La atención no me sorprendió, pero tampoco me decepcionó, así que no entraré en detalles. Los meseros no están muy atentos y toca llamarlos; pero el lugar es tan informal, que no espero otra cosa.
En definitiva Bruto, con una propuesta informal, va poco a poco derrotando la onda tradicional y elitista que sufren los restaurantes bogotanos desde que tengo memoria (¡imagínense!). Despidámonos de aquellos césares que dictaban reglas conservadoras, ahora obsoletas, y saludemos a Bruto.
Bruto, ¿se convertirá en el sitio de moda en Bogotá?
Revista Semana

Dos columnas soportan este nuevo restaurante en Bogotá, la primera y responsable de la propuesta gastronómica de Bruto está conformada por Felipe Arizabaleta, chef y gestor del proyecto; Lucho Carrión, chef ejecutivo del lugar, y dos empresarios con tradición en el negocio de la restauración en la ciudad con restaurantes como La Brasserie y Pajares Salinas.
La segunda reúne arquitectos y melómanos, responsables del diseño, la buena música y la relajada ambientación que complementan este sitio.
Dos columnas y una esencia común que las une: No Muros
Así como en su diseño arquitectónico y su ambientación se expresan espacios abiertos, iluminados y pocos muros que bloqueen su transparencia; en su menú, de escuela e influencia de la nueva cocina vasca, también se siente la ausencia de muros para proponer libremente platos de la extensa cocina española y dar rienda suelta a la creatividad de sus gestores.
Sus platos, fieles a la cocina del país vasco, al respeto a sus ingredientes, a sus técnicas de cocción y, sobre todo, a la simpleza de sus preparaciones, se agrupan en Pintxos Fríos, Pintxos Calientes, Pescados, Carnes y un último grupo que muy divertidamente, como me decía Lucho Carrión, han llamado De Cuchara: simplemente porque aunque sean de pollo, cordero o de Pochas con almejas, “se comen con cuchara”. Así de sencillo.
Pan con tomate, favorito en las barras de tapas de toda España, es también conocido como pan a la catalana, pan tostado, ajo para frotar, tomates maduros, sal y aceite de oliva. Como complemento, un muy bien cortado jamón ibérico.
Matrimonio, plato de anchoas en salazón y en vinagre (boquerones) entrelazadas sobre una “cama” de pan tostado con pimientos asados y cebolla caramelizada.
Croquetas de calamar, crocantes por fuera y cremosas en su interior. Tuve la oportunidad las probar las Croquetas de jamón, nuevas en el menú; son pequeñas bolitas de jamón y bechamel que resultaron muy buenas, exquisitas las dos. Huevos rotos con txistorra, huevos, papas y chistorra, clásicos y deliciosos; arroz negro con alioli; rabo de toro con puré de garbanzos son platos que volvería a pedir en las próximas visitas que seguro haré a este lugar.
Restaurante Bruto de moda en Bogotá, sin lugar a dudas gracias a esa receta que reúne en un mismo “plato” diseño, informalidad, ambiente, música, servicio, tradición y experiencia en la restauración, y a dos cocineros jóvenes con buena escuela y fieles a la propuesta que hoy los une.
Alberto Salgado E. 22/02/2013
Restaurante Bruto, con el sello bogotano
El Tiempo

Nuestra adorada, costosa, agitada, gigantesca y muy sabrosa movida gastronómica bogotana tiene desde hace unos años un estilo muy particular. Un sello característico que, en buena parte, es lo que le ha dado fama a la ciudad en términos de destino gastronómico.
Hablo del buen ambiente y efectividad que tienen muchos de sus nuevos locales -los restaurantes de cinco años para acá- que están más cerca de lo informal que de lo formal, pero la gran mayoría, eso sí, con una gastronomía muy 'pila'. La esencia de un buen bistró, por decirlo así.
Me refiero a lugares realmente muy gratos, inundados de buena onda, de ruidos de copas, de música tratable, de escenografías espléndidas, incluidas sus barras (que no decoraciones pretenciosas y abrumadoras...), y de un buen servicio (porque hay que decirlo clarito, el servicio rolo es el mejor del país).
Estoy hablando de locales cálidos como La Despensa, El Comedor, Casa, Bistronomy, Bandido y Gordo, entre otros (de este último, pronto hablaré). De esos sitios que no hay en Medellín, ni en Cali, ni en Lima, ni en Santiago. De esos locales que marcan la tendencia bogotana. De todos esos restaurantes que hoy le ponen el sello a la ciudad.
Todo esto para decir que el año pasado apareció otro establecimiento que retrata fielmente en lo que está la ciudad en términos de restauración. Se llama Bruto y pretende -y lo logra- una cocina española, de acento vasco, llena de sabor y respeto.
El sitio queda en el barrio Quinta Camacho, en una casa muy bien adecuada y -como ya lo señalé- su música, iluminación, decoración y atención están al pelo. Y lo mejor, sus precios están más que bien frente a la calidad de su cocina, que es alta. (¡Por fin vamos aterrizando!).
Entre sus platos (pintxos fríos y pintxos calientes), los huevos rotos con txistorra (que es una fina longaniza vasca), orejas y manitas de cerdo (elaboradas a fuego lento), la morcilla de Burgos con pimientos asados (que está muy buena), el arroz negro, el fideuá (una paella marinera de fideos), las patatas bravas y el salmorejo... Y muy recomendadas las croquetas de calamar (deliciosas).
Simpleza y respeto por el producto, base de la cocina vasca, en un local muy bogotano. De esos por los que nos visitan tantos turistas, quienes, cada vez más, se van diciendo: "Cómo se come de rico en Bogotá".
Hasta el 28 de febrero podrá disfrutar lo mejor de la comida ibérica en el Festival Gastronómico Español de la Pesquera Jaramillo, en la sede Parque de la 93. Platos en los que reina el producto, como el pulpo a la gallega, el filete de róbalo en salsa vasca y la tradicional paella Jaramillo, entre otros.
Container City es el nuevo centro comercial temático del Parque de la 93, donde encontrará doce sitios de comidas rápidas como El Corral, One Pizzería, Gyropolis, Tea Bar, Santo Pecado, Sushi To Go, Myriam Camhi, Andrés Express y más. Con esta novedosa propuesta no solo disfrutará un buen plato sino que saldrá de la rutina.
Mauricio Silva Guzmán 21/02/2013
Capacidad y eventos privados
Capacidad : 100 personas
Terraza : 30 personas
Salón privado : de 2 a 15 personas
Servicios del restaurante Bruto

Al aire libre

Ambiente musical

Parqueadero / valet parking

Salón privado

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